En el Museo de Arte Moderno de Bogotá existe un ventanal que encuadra lo que parece un cuadro más: los cerros bogotanos. El hecho no es fortuito. El autor del proyecto, el renombrado arquitecto Rogelio Salmona, creía que Bogotá debía relacionarse respetuosamente con los cerros, pues los asimilaba como un patrimonio ambiental y paisajístico. ¿A qué viene esta anécdota? A que la relación de los bogotanos con sus cerros ha sido quizás más respetuosa que la relación que ha establecido Bucaramanga con los suyos, los “Cerros Orientales”. Por ejemplo, la Bucaramanga formal ha negado a sus cerros: el sector de Cabecera del Llano ha vivido un proceso edificatorio, principalmente de torres, en el que los edificios compiten por cuál es más alto, construyendo un telón de cemento y ladrillo que cierra la visual a los cerros desde la meseta. El paisaje, ese patrimonio natural que nos identifica, negado tras construcciones que, como ombligos, sólo se miran a sí mismas desde el espejo inmobiliario, sin reparar en la relación entre lo urbano y lo ambiental. Por otra parte, al costado norte de esa cadena montañosa, la ciudad informal atropella los cerros de otra forma, ya no desde la negación, sino desde la edificación en sí misma, en lo que es hoy uno de los sectores más poblados: la Comuna 14. Pequeñas casas que hace décadas comenzaron entre madera y plástico, hoy están consolidadas con materiales duraderos (ladrillo, cemento, tejas) dejando muy pocas zonas verdes a su paso. Una ciudad precaria de una vivienda sobre otra, todas sobre la montaña (en el esfuerzo sostenido de sus habitantes por hacerse a un lugar donde vivir), pero sin planificación ni urbanismo, con problemas de estabilidad de suelos, con mucha deforestación y con riesgos asociados a nuestro contexto sísmico. Estos son dos ejemplos de cómo distintos ámbitos socioeconómicos de la ciudad han sacrificado a los Cerros Orientales en su proceso de desarrollo.
En este panorama de lo que somos y hemos sido, vale la pena volver a encontrarnos con los Cerros Orientales, ese patrimonio ambiental de Bucaramanga; acercarnos para poder apreciarlos y valorarlos, pero esta vez hacerlo bien. En ese sentido, es positivo el aporte que hace el proyecto “Bosque de los Caminantes”, planteado por la actual alcaldía, pues busca incentivar la preservación y conservación de los Cerros Orientales mediante una intervención sensible y respetuosa que permite una experiencia peatonal para reconocer los cerros como un espacio público al que podamos acceder de forma segura. Así, podremos encontrarnos con unos cerros donde los protagonistas sean la conservación y restauración del paisaje, la fauna y la flora.
Alejandro Ordóñez Ortiz
24 de Julio 2019
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* Artículo publicado originalmente para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente http://m.elfrente.com.co/index.php?ecsmodule=frmstasection&ida=55&idb=102&idc=40461