El encierro producto de la aparición del Covid-19 permite una reflexión acerca de los espacios que habitamos: ¿qué podemos aprender de esta experiencia en términos de arquitectura?, ¿podremos aspirar después de superada la crisis a mejores lugares dónde vivir?
Sean casas o apartamentos, el virus ha hecho patente la necesidad de tener espacios al interior que puedan establecer relaciones visuales y sensoriales hacia el mundo exterior: puede ser un balcón que permita la estancia o una terraza en donde sea posible tomar el sol, o quizá amplios ventanales que puedan abrirse y que por su localización vinculen visualmente un paisaje hermoso de los cerros hacia nuestra habitación. La vegetación, que también se extraña junto con el contacto con la naturaleza, podría ser de ahora en adelante complemento para nuestra vida residencial, de manera tan importante y necesaria como lo es el tener un lavaplatos o una estufa.
Otro aspecto importante es que, tras la pandemia, quizás se pueda aprender a exigir en los proyectos inmobiliarios mejoras sustanciales en cuanto a aspectos de ventilación e iluminación natural. ¡Cuán necesaria es la luz del sol! ¡Cuán necesario es sentir la influencia benéfica del viento en nuestro clima templado! ¡Y cuánto se extrañan estas pequeñas y grandes cosas cuando no se tienen! Si la arquitectura despierta en este sentido, llegará en forma de mayor rigor en criterios de bioclimática que ayuden a crear espacios ventilados, iluminados y que permitan ahorros de energía significativos para los usuarios, porque ¿qué tan necesario puede ser el prender el ventilador o el aire acondicionado si los flujos de viento pueden ser bien aprovechados para refrescar? Si los clientes potenciales así lo exigen, el mercado inmobiliario pondrá en valor de nuevo lo esencial: aquel bienestar que todos hemos experimentado al sentirnos cómodos con la temperatura.
Un último aspecto importante será el cómo organizar nuestros espacios. La pandemia puso de manifiesto la urgente necesidad de pensar espacios flexibles, de múltiples propósitos, adaptables. Por ejemplo, que la sala pueda convertirse fácilmente en un lugar en el que sea posible estudiar, o una habitación cuyos muebles puedan plegarse y permitir la liberación de área suficiente para hacer ejercicio.
Quizá la pandemia nos enseñe a exigir más a todo aquello que se construye en nuestras ciudades, y podamos darle atributos a los edificios que mejoren la calidad de vida, creando espacios con estos y otros conceptos en donde se pueda llevar de la mejor manera posible la difícil situación que significa un largo encierro.
Alejandro Ordóñez Ortiz
29 de Agosto de 2020