Louis Kahn decía que el sol no sabía de su grandeza hasta que incidió sobre la cara de un edificio. Y es que la luz, vista desde la sensibilidad en arquitectura, puede ser incluso un material. Este post es para aprender sobre luz y arquitectura viendo algunas obras emblemáticas.
Finalizada la segunda guerra mundial, Le Corbusier creó en Francia la inusual iglesia Notre Dame de Ronchamp. Allí, a través de un lucernario, la luz cae bañando una superficie curva, muy rústica. El efecto es sublime. Dios en la casa.
Peter Zumthor hizo una capilla. Para ello usó troncos y armó el encofrado. Fundió el concreto y luego para retirar los troncos los quemó. Arriba, creó un óculo en forma de gota. ¿El efecto? La luz del cielo llegando a nosotros, que estamos en penunbra encendiendo velas. Muy simbólico.
Luis Barragán, influenciado por su sensibilidad católica también incorporó luz en un sentido sublime. En Casa Gilardi la luz nos llega sin que podamos ver de donde proviene (la ventana está retranqueada). Llegar a la piscina desde el pasillo es una transición sobrecogedora.
Y es que la luz nos ha sido dada para ser usada de manera poética. Otro ejemplo es la iglesia de la luz de Tadao Ando. En ella, la cruz no existe en términos físicos, ha sido reemplazada por el vacío, desde el cual se ilumina el recinto. La cruz ilumina. Poesía y espiritualidad.
En resumen, la buena arquitectura debe considerar sensiblemente a la luz, la luz natural del sol que viaja hasta nosotros desde millones de kilómetros. Decía Lezama Lima: la luz es el primer animal visible de lo invisible. Lo que construimos siempre puede contener un halo poético
En mis cátedras de arquitectura hacemos con mis estudiantes un ejercicio de creación poética de un espacio bajo la luz. Pero eso será motivo de otro post.
¡Gracias por leer hasta aquí!
A.Ordoñez Arquitectura | Marzo 31 - 2021