Bucaramanga, a pie

Una mujer de la tercera edad caminando por la calzada - Barrio Mejoras Públicas

Una mujer de la tercera edad caminando por la calzada - Barrio Mejoras Públicas

La meseta de Bucaramanga es relativamente pequeña, su diámetro oriente-occidente (entre los cerros orientales y la escarpa occidental) es en promedio de tres kilómetros y su diámetro norte-sur (desde la UIS hasta la Puerta del Sol) es de casi cuatro kilómetros.  Teniendo en cuenta que la velocidad promedio de un ser humano al caminar es de cinco kilómetros por hora, atravesar la ciudad en línea recta en uno de estos dos sentidos tomaría menos de una hora. Ahora bien, si las distancias de la meseta son viables para recorridos peatonales, ¿por qué tenemos andenes tan deficitarios como los actuales? Más aún, si diariamente miles de personas caminan por aquellas infraestructuras peatonales maltrechas, ¿por qué no atendemos adecuadamente esa necesidad de movilidad peatonal, enteramente sostenible y saludable?

Durante décadas, los peatones han sido, en esencia, el eslabón perdido de la pirámide de la movilidad sostenible en Bucaramanga. Basta ver los andenes casi inexistentes del centro histórico de la ciudad, o cómo existen resaltos y cambios en los niveles en los andenes de Cabecera, Álvarez, Provenza, San Francisco, Girardot, Conucos y un largo etcétera, para darnos cuenta de esta situación. Son pocos los recorridos peatonales en donde se cumplen los criterios del Manual de Espacio Público de Bucaramanga, y más aún, son pocos los árboles que acompasan con su sombra el andar en este clima cálido y benéfico que nos tocó en suerte. Es común ver postes, señales, semáforos y hasta huecos en medio de los andenes. Las rampas para las personas con discapacidad muchas veces no cumplen las pendientes requeridas para facilitar una accesibilidad óptima y segura. Por otra parte, los proyectos de rehabilitación de las franjas peatonales suelen hacerse discontinuos en términos de planeación urbana, omitiendo matrices de origen y destino. Así, por ejemplo, no existen andenes de calidad para conectar distintos parques del centro de la ciudad, o más grave aún, ir de Cabecera al Centro en silla de ruedas implica transitar por la calle en compañía de motos, camiones, taxis y buses.

¿Cuánto valoraría usted caminar con comodidad por la ciudad bajo la sombra de guayacanes, gualandays y pomarrosos, alternados con iluminación y mobiliario urbanos? ¿Por qué no terminar la definición de andenes de la Cra 33, dando continuidad al proyecto que definió en su momento Germán Samper Gnneco y que se interrumpió en la Calle 45? ¿Por qué no construir mediante una infraestructura pública y de bajo costo, andenes que refuercen nuestro sentir e identidad?

Las infraestructuras que logran leer la identidad de un pueblo y se diseñan y construyen con criterios de calidad técnica y estética son, en esencia, un gran acierto. Ellas dinamizan la economía, favorecen la seguridad urbana, vuelcan los aspectos positivos hacia lo público, embellecen la ciudad y renuevan el sentido de la urbe como construcción cultural. En resumen, dan valor a una ciudad.

Los andenes como infraestructura básica son todavía una necesidad pendiente para la Bucaramanga de a pie.


Alejandro Ordóñez Ortiz

* Artículo publicado para el espacio de opinión de la Fundación Participar en el Diario El Frente / 8 de Diciembre de 2019